Un año más, ya está aquí el invierno, y no es un invierno cualquiera, sino el más “frío” de todos los que recordamos, el invierno del Coronavirus y de la otra gran pandemia del Siglo XXI, los accidentes de tráfico.
El invierno es la estación más peligrosa del año (según datos del RACE, alrededor del 30% de fallecidos y heridos graves se producen en esta estación, siendo la época del año en la que menos se conduce).
Esto es debido al Factor vía y su entorno, que en esta estación del año nos ofrece su peor versión (lluvia, niebla, viento, nieve, hielo…) y por consiguiente se convierte en la etapa más exigente para los otros dos factores: el Factor Humano y el Factor vehículo.
Al comenzar el invierno debemos comprobar todos los líquidos del vehículo (en especial el anticongelante) y el depósito de combustible lleno, pastillas, discos y sistema directriz. Sin olvidarnos de la batería, que va a recibir en esta época más demanda por parte de los componentes eléctricos. Gran importancia también el sistema de alumbrado, para ver y ser visto. Los neumáticos en perfecto estado, cadenas o dispositivos análogos homologados y la climatización.
No olvidar los dispositivos de seguridad pasiva (cinturón, airbags y reposacabezas) y los triángulos de preseñalización de peligro. Una vez revisados estos puntos generales del vehículo, es ideal tener en mente una serie de consideraciones en la conducción con condiciones climatológicas adversas:
– El fenómeno climatológico que peores consecuencias tiene es la LLUVIA, y no la lluvia fuerte como cabría esperar, sino la llovizna, ya que el conductor va más relajado y el suelo es más resbaladizo. Nunca olvidar que la distancia de frenado respecto al pavimento seco se multiplica por 2, por lo tanto, se debe aumentar la distancia frontal de seguridad, circular a velocidad más reducida y evitar maniobras y frenazos bruscos. Especial cuidado al acercarnos a balsas de agua por el aquaplaning que pueden provocar. Ante este peligro debemos mantener la trayectoria y no frenar hasta que las ruedas sean capaces de evacuar el agua y recuperar la adherencia y por tanto la trayectoria.
– La NIEBLA es la segunda causa de mayor siniestralidad. En este caso, lo más importante es VER, HACERSE VER y adecuar la velocidad a las condiciones de visibilidad, evitando cualquier maniobra peligrosa.
– La tercera causa es el VIENTO, sobre todo el viento lateral. Debemos controlar siempre la intensidad y dirección del viento. Tendremos en cuenta que la influencia sobre el vehículo no sólo depende de su tamaño, sino también de factores como el centro de gravedad, la carga y su distribución en el vehículo. Minoraremos los efectos del viento en la conducción sujetando con firmeza el volante (movimientos suaves y progresivos en sentido contrario al del viento en caso que sea necesario), reduciendo la velocidad, y teniendo precaución al adelantar a vehículos de grandes dimensiones y en las entradas y salidas de túneles por el efecto pantalla.
– Por último acabamos con la NIEVE y el HIELO, la situación más temida, pero al contrario de lo que pensamos, cuantitativamente la menos relevante. Sólo el 8% de accidentes se producen con calzada helada o nevada. Aún así, la conducción en estas condiciones es realmente difícil y siempre es recomendable NO conducir.
Si la conducción es inevitable, circular siempre con neumáticos de invierno o utilizar cadenas. Circular sobre las marcas que dejan otros vehículos con una relación de marchas lo más alta posible para evitar derrapes y favorecer así la adherencia. En cambio en descensos, utilizar el freno motor para que no coja velocidad el vehículo y por lo tanto circular con la marcha más corta posible. La falta de adherencia hace que la distancia de frenado aumente por 10, por lo tanto los movimientos de volante deben ser extremadamente suaves y las maniobras prepararlas con mucha antelación y realizarlas muy progresivamente.
¿Y el HIELO? Con el hielo debemos actuar de forma preventiva, prever la existencia de hielo cuando el termómetro marca temperaturas cercanas a 0ºC y tengamos que pasar sobre zonas sombrías y/o húmedas y sobre todo siempre que veamos zonas brillantes en la calzada.
Un dato curioso, ¿Sabías que las placas de hielo se crean con más facilidad en curvas a la derecha? Pues sí, ya que debido a la inclinación de la carretera hace que se concentre más humedad en esa zona.
Además según todo lo expuesto, conducir en invierno provoca una mayor exigencia y hace que aumente la fatiga y el estrés (en viajes recomendable aumentar el número de paradas).
Por lo tanto remitámonos al famoso dicho “Al mal tiempo, buena cara” y ahora que se empieza a hablar de vacunas para el coronavirus, aportemos también nuestra “pequeña vacuna” contra los accidentes de tráfico, haciendo que la prudencia, la responsabilidad y la educación vial sean nuestros granitos de arena contra esta otra gran pandemia que son los accidentes de tráfico.
