El ejercicio físico como herramienta terapéutica para el tratamiento de enfermedades crónicas
Durante años, el ejercicio físico ha sido recomendado como una medida preventiva frente a diversas enfermedades. Sin embargo, en la actualidad se considera una herramienta terapéutica eficaz en el tratamiento de las enfermedades crónicas. Para analizar este enfoque basado en la evidencia científica, entrevistamos al Dr. Aramendi, médico especialista en medicina del deporte de la Clínica Pakea de Mutualia.
¿Cuál es la evidencia científica que respalda el uso del ejercicio físico en el tratamiento de enfermedades crónicas?
El conocimiento sobre los efectos del ejercicio ha evolucionado considerablemente en las últimas décadas.
Actualmente podemos afirmar que la mejor evidencia científica apoya la prescripción de ejercicio físico al menos en 26 enfermedades crónicas. Ha demostrado beneficios equiparables, e incluso superiores, a los de algunos tratamientos convencionales. Enfermedades que son muy frecuentes en nuestra sociedad, como enfermedades cardiovasculares, metabólicas, neurológicas, etc.
Teniendo en cuenta que las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de mortalidad ¿cómo beneficia el ejercicio a estos pacientes?
La actividad física tiene efectos clínicamente significativos en enfermedades cardiovasculares y es en las que más se aplica el ejercicio físico, este sería el pódium de beneficios en las que el ejercicio es eficaz:
- Enfermedad coronaria, la que provoca los infartos
- Ictus
- Insuficiencia cardíaca
- Pre-diabetes
Porque existen buenas pruebas científicas de que el ejercicio disminuye la mortalidad. Esto tiene mucha importancia desde el punto de vista científico, ya que estamos hablando de muerte, no estamos hablando de otras variables que son más difíciles de medir como la salud, el dolor, la calidad de vida, … Cuando se mide la mortalidad es difícil equivocarse.
Y además son trabajos que está avalados por la firma de científicos con un gran prestigio dentro la MBE (Medicina Basada en Evidencia).
También hay otras enfermedades cardiovasculares como la claudicación intermitente y que en las personas que realizan ejercicio físico, bajo supervisión, son capaces de caminar 2 ó 3 veces más que los que sólo toman medicamentos
Sabemos también que el ejercicio físico disminuye la presión arterial y la necesidad de tomar medicación en pacientes con tensión alta.
Dado que el impacto del ejercicio es tan amplio, ¿podría detallar algunos de sus beneficios en patologías específicas?
Sí, el número es importante. La actividad física tiene efectos clínicamente significativos en más de 26 enfermedades crónicas. Por ejemplo:
- Enfermedades neurológicas: En el tratamiento de la ansiedad, depresión y estrés, el entrenamiento de fuerza de alta intensidad ha demostrado ser más efectivo que algunos tratamientos farmacológicos, con tasas de mejoría del 61% en comparación con el 21% de quienes solo reciben tratamiento convencional.
- En pacientes con demencia, la actividad física contribuye a preservar la función cognitiva y ralentiza el deterioro neurológico.
- Enfermedades endocrinas y metabólicas:
- En diabetes tipo 2, el entrenamiento de fuerza mejora la sensibilidad a la insulina, facilitando un mejor control glucémico y reduciendo la necesidad de medicación.
- Para personas con obesidad, la combinación de ejercicios aeróbicos y de resistencia es clave para la regulación del metabolismo y la pérdida de peso.
- Cáncer:
- En pacientes con cáncer de mama, próstata y colon, la evidencia científica ha demostrado que la actividad física reduce el riesgo de recurrencia, mejora la tolerancia a los tratamientos oncológicos y favorece la recuperación funcional. Por ejemplo, se ha demostrado en el caso de mujeres que tienen cáncer de mama que, si hacen ejercicio físico, viven más tiempo.
- Musculoesqueléticas:
- En osteoporosis, el entrenamiento de fuerza ayuda a mantener la densidad ósea y reduce el riesgo de fracturas.
- En la fragilidad y riesgo de caídas en personas mayores, los ejercicios de equilibrio y fuerza han demostrado reducir significativamente los incidentes.
- En artrosis, la evidencia indica que ejercicios específicos, como el fortalecimiento del cuádriceps, pueden ser tan eficaces como algunos antiinflamatorios en la reducción del dolor de rodilla.
Para maximizar sus beneficios, la actividad física debe implementarse de manera progresiva y sostenida en el tiempo. Asimismo, es recomendable fomentar estrategias que mejoren la adherencia, como el ejercicio en grupo, la integración de rutinas en la vida cotidiana y el uso de tecnología para el monitoreo del progreso.
Teniendo en cuenta el respaldo científico y los múltiples beneficios de su práctica, ¿por qué aún no vemos una prescripción más generalizada de ejercicio en la práctica médica?
Uno de los principales obstáculos es la falta de formación en la prescripción de ejercicio dentro de la educación médica tradicional. En la formación de los profesionales de la salud se dedica un tiempo considerable al estudio de fármacos, pero existe una carencia significativa en cuanto al uso del ejercicio como herramienta terapéutica.
Además, existen barreras estructurales dentro del sistema sanitario.
En algunos hospitales ya se han desarrollado iniciativas en colaboración con oncólogos para optimizar los resultados de los tratamientos mediante la integración del ejercicio. Sin embargo, su implementación a gran escala sigue siendo un desafío.
Es necesario un cambio de paradigma en la medicina, donde la prescripción de ejercicio deje de ser una recomendación y los médicos recetemos ejercicio con su dosis general y se convierta en un componente de un nuevo tipo de tratamiento integral de múltiples patologías.
¿Qué mensaje te gustaría transmitir tanto a los profesionales de la salud como a la población en general sobre la importancia del ejercicio físico?
A los médicos les diría que consideren el ejercicio como una herramienta terapéutica de primer nivel, capaz de mejorar significativamente la evolución clínica de sus pacientes. Incorporar la prescripción de ejercicio en la consulta médica es un paso necesario hacia una medicina más efectiva y personalizada.
A los pacientes, a la población en general, les animaría a tomar una posición más activa en la lucha contra su enfermedad. Una parte importante de su calidad de vida y de que tengan menos síntomas de su enfermedad está en que hagan ejercicio de forma regular.
No es necesario realizar entrenamientos de alta intensidad. Bastaría con seguir las indicaciones que “en teoría” les debería recetar su médico e integrar el ejercicio físico en su rutina diaria.
Con todos estos beneficios, parece lógico que el ejercicio debería formar parte del tratamiento estándar en muchas consultas médicas. ¿Cómo debería prescribirse el ejercicio en pacientes con enfermedades crónicas?
Existen buenas evidencias que la dosis mínima efectiva incluye:
- Ejercicio aeróbico:
Caminar, bicicleta estática, elíptica, nadar, bailar, … hasta acumular mínimo 150 minutos semanales.
Podrían bastar 75 minutos/semana si la intensidad es alta.
Hay beneficios adicionales hasta más de 300 minutos/semana intensidad moderada.
- Entrenamiento de fuerza:
Se pueden realizar con propio peso corporal, gomas, pesas, máquinas, TRX, …
2 ó 3 sesiones/semana: 8-10 ejercicios, que impliquen los grandes grupos musculares, 1-3 series/ejercicio, entre 8-15 repeticiones/serie, con una intensidad: moderada, nos tiene que costar un poco “algo duro” (Borg: 12-13) a la máxima velocidad. No superar la mitad de las máximas repeticiones realizables.
- Ejercicios de equilibrio:
Tipo tai-chi, aunque el nivel de evidencia no sea tan alto para la población general, y lo recomendaría para personas mayores.
🎙 Mutualia Podcast #11
