En el invierno se dan las condiciones climatológicas más peligrosas para conducir del año. El viento, el frío, la lluvia, la nieve y el hielo condicionan la circulación y obligan al conductor a modificar su forma de conducir. Una de las numerosas medidas a tener en cuenta es la posibilidad de colocar en nuestro vehículo neumáticos de invierno.
Una opción de la que todos tenemos conocimiento, pero ¿qué sabemos de ellos?. En el Estado español no es obligatorio utilizarlos a diferencia de otros países del centro y norte de Europa donde la lluvia, la nieve y el hielo son frecuentes en esta época del año. Los neumáticos de invierno se diseñan específicamente para circular con total seguridad a temperaturas inferiores a 7ºC, tanto si la carretera está nevada como si no, permitiendo una mayor tracción y la direccionalidad en carreteras con poca adherencia. Se identifican mediante marcas específicas en el flanco (M+S con montaña de 3 picos o 3 PMSF).

Existen también neumáticos para situaciones más críticas, son los denominados “Nórdicos” específicos para circular con nieve. Siendo más estrechos y de baja velocidad, fabricados de un material muy flexible y un dibujo adaptado a las carreteras con “permafrost” (cuando el subsuelo tiene una capa permanente de hielo).
En la mayor parte de nuestra geografía no se requiere de un neumático de invierno, pero si nos movemos habitualmente por zonas frías y húmedas, son sin duda una opción muy recomendable para la seguridad. Además, con estos neumáticos no es obligatorio el uso de cadenas y así lo recoge el reglamento de circulación.
Pero, ¿qué ventajas ofrece el neumático de invierno?. El descenso de las temperaturas provoca que el caucho pierda propiedades y se endurezca, mientras que los neumáticos de invierno se fabrican con materiales que se adaptan al frío. Esta composición del neumático le permite permanecer flexible y agarrarse a la superficie de la carretera de forma eficaz.

La banda de rodadura presenta un dibujo diferente, con numerosos cortes profundos, conocidos como “laminillas” que actúan como “garras” sobre la carretera para garantizar un óptimo rendimiento en todo tipo de terrenos (secos, mojados, nevados y helados).
Además, su banda de rodadura es un 10% más profunda por lo que la evacuación de agua y nieve es mucho más eficaz.
Debido a todas estas ventajas de adherencia, tracción y direccionalidad este tipo de neumáticos reducen claramente la distancia de frenado. En nieve a 50 Km/h la distancia de frenado con neumáticos de invierno es de 32 metros, mientras que sin este tipo de neumáticos necesitaríamos 62, es decir, 30 metros más. Datos casi idénticos nos ofrecen con asfalto mojado, por lo que se observa, las ventajas en seguridad son incuestionables.
Una buena alternativa a estos son los neumáticos Todo-Tiempo o “All Season” como los define su denominación. Son neumáticos similares a los de invierno, pero se pueden utilizar todo el año. Su ventaja es no tener que utilizar 2 juegos, para invierno y verano. Presenta efectividad parecida a los de invierno, siempre que no se den temperaturas extremas. Con altas temperaturas las prestaciones son similares a los de verano salvo la distancia de frenada, que se incrementa ligeramente. Su evolución ha permitido que alcancen también un nivel óptimo en cualquier circunstancia. No olvidemos nunca que los neumáticos son la unión del vehículo con el firme, por lo tanto de vital importancia.